Hugo Martínez Zapata
Como un homenaje a su trayectoria arriba de los encordados, los medallistas olímpicos de boxeo recibieron un merecido reconocimiento del Consejo Mundial de Boxeo (WBC, por sus siglas en inglés), en el ring de la Arena México, la catedral de la lucha libre y del boxeo en nuestro país.
A iniciativa del siempre entusiasta Mauricio Sulaiman Saldívar, titular del WBC, en coordinación con el presidente de Medallistas Olímpicos de México, Daniel Aceves Villagrán, se entregó un bello cinturón de campeón mundial a los púgiles mexicanos que han ganado una medalla en Juegos Olímpicos, 13 en total, dos de oro, tres de plata y ocho de bronce, con su propia imagen.
El primer medallista olímpico mexicano, fue de boxeo, Francisco Cabañas Pardo, plata en Los Ángeles 1934 (qepd); después siguieron Fidel Ortiz Tovar, bronce en Berlín 1936 (qepd); Juan Fabila Mendoza, el decano de los medallistas, bronce en Tokio 1964; Ricardo Delgado Nogales, oro en México 1968 y Antonio Roldán Reyna, oro en México 1968.
Además Agustín Zaragoza Reyna, bronce México 1968; Joaquín Rocha Herrera, bronce México 1968; Alfonso Zamora Quiroz, plata en Munich 1972; Juan Paredes Miranda, bronce en Montreal 1976, Héctor López Colín (qepd) Los Ángeles 1984; Mario González Lugo, bronce en Seúl 1988; Cristián Bejarano Benítez, bronce en Sidney 2000 y Misael Rodríguez, bronce en Río de Janeiro 2016.
Por asuntos particulares, no pudieron asistir Misael Rodríguez, Agustín Zaragoza y Ricardo Delgado. Por Francisco Cabañas lo recibió su nieto Erick Bosch Cabañas y por Héctor López, su hermano Carlos.
“Ellos y sus medallas, valen igual que un título mundial, valen para ellos, para sus familias ya para la sociedad”, destacó Aceves Villagrán, previo a la entrega de los cinturones, al tiempo de agradecer a don Salvador Lutteroth para realizar la ceremonia en el recinto donde Rocha, Zaragoza, Roldan y Delgado ganaron sus preseas olímpicas.
Mauricio Sulaimán se dijo satisfecho por organizar y presenciar un evento familiar, ver a familias completas, “es lo más bonito que existe en la vida”, porque cuando se apagan las luces de un ring, de un gimnasio, de un estadio, el boxeador llega a casa, se queda sin los aplausos y solo su familia seguirá estando con él.